Agolpedeefecto.com te informa que los datos de carácter personal que nos proporciones rellenando el presente formulario de comentarios estarán ubicados en los servidores de DISQUS (proveedor de sistema de comentarios) a través de su empresa Disqus, Inc., ubicada en EEUU. DISQUS está acogido al acuerdo EU-US Privacy Shield, cuya información está disponible aqui, aprobado por el Comité Europeo de Protección de Datos. La finalidad de la recogida y tratamiento de los datos personales que te solicitamos es únicamente para gestionar los comentarios que realizas en esta web. Legitimación: Al rellenar el formulario de comentarios y sus casillas de aceptación, estás dando tu legítimo consentimiento para que tus datos sean tratados conforme a las finalidades de este formulario descritas en la política de privacidad y términos. Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y suprimir los datos poniéndose en contacto con nosotros en agolpe@agolpedeefecto.com. Trataremos su información con respeto. Para obtener más información acerca de nuestras prácticas de privacidad y términos consulte el enlace de este sitio web.
información:
En un bosque de Minnesota (Estados Unidos), junto a una vieja caravana alquilada, se encuentra Linda. La acompañan su madre, Paloma; y su hermana pequeña, Robin Rose. Es la familia Clarkson. Una familia española. Han viajado hasta allí para reencontrarse con Warren: el norteamericano del que Paloma se enamoró en el Madrid de los ochenta, el padre de Linda y Robin Rose. El hombre que les prometió una vida americana, pero que les abandonó cuando Linda tenía diez años, regresando a su país de origen sin dejar más rastro que su recuerdo y un apellido anglosajón.
Una vez truncada la idea de familia, vinculada a su vez a la idea de América, comenzó la deriva de la familia Clarkson, ahora convertida en referente de modernidad en un barrio popular de Madrid. ¿Pero en qué medida el americano ausente sigue determinando su destino, aún veinte años después? Linda ha decidido ajustar cuentas con él para poder reescribir su propio futuro, arrastrando a su entorno hacia un bosque pasado del que no querían oír ni hablar. Su madre, Paloma, tratará de protegerla -y protegerse- de un encuentro demasiado peligroso, mientras que su hermana pequeña, Robin Rose, lucha por mantenerse almargen de un duelo con el que no se identifica. Por su parte Levi, el novio de Linda, intentará poner en valor su relación, frente a un ausente más poderoso que él.
¿Es posible el encuentro con el pasado? ¿Puede este encuentro dibujar un presente distinto para esta familia? ¿En qué medida es su herida el signo más valioso de lo que ahora son?. Una vida americana es un drama sobre la inutilidad del dolor, también una comedia sobre la melancolía. Una manera de preguntar quiénes seríamos si aquello no nos hubiese ocurrido, y qué nos estamos perdiendo mientras tratamos de encontrar la respuesta.
(EN ROSA INFORMACIÓN FACILITADA POR LA COMPAÑÍA / TEATRO).
comentario:
‘UNA VIDA AMERICANA’, es una original propuesta escrita por Lucía Carballal y dirigida por Víctor Sánchez Rodríguez. Partiendo de un drama familiar, Lucía Carballal nos transporta inteligentemente, a un lugar supuestamente idílico al que nuestros protagonistas (una madre con sus dos hijas y el novio de una de ellas) llegan con diferentes motivaciones, pero con un punto de partida común, el abandono.
Así, nos adentramos en un viaje a través del dolor, del enganche emocional y de esa aptitud tan humana de no aceptar (o no saber) lo que somos para querer o anhelar aquello que no tenemos. Siempre bajo la premisa de que, aquello que nos falta es justo el ingrediente necesario para que nuestras vidas sean mejores, desaprovechando así, la oportunidad de crecer y madurar con aquello de lo que disponemos.
El dolor en muchas ocasiones es obligado y conlleva un proceso necesario de duelo para superarlo, pero estancarse en él es enfermizo, sin embargo, a veces, es como una droga y el inmovilismo lo alimenta. Uniendo esta idea con la melancolía, la ausencia, la idealización y la búsqueda de la identidad (ingredientes que tanto me recuerda a la frase de la mítica canción ‘La mala vida’, el grupo La Unión, ‘solamente temo que al vivir de sueños al final encuentre placentero el sufrimiento’), Lucía Carballal nos propone un viaje, una búsqueda, basada en el posible reencuentro con la figura paterna y con el miedo a enfrentarse con una realidad que puede ser feliz o cruel a partes iguales. Y todo ello, partiendo de un traslado físico y emocional, que comienza con la decisión valiente e incierta de viajar a otro país a efectuar el reencuentro. Pero más allá del abandono, este es un viaje en todos los sentidos, un descubrimiento repleto de emociones a flor de piel, pero expresado también, con un acertado tono de humor.
Una apuesta por analizar los puntos de inflexión que se presentan en la vida, intentando dar respuesta a quiénes seríamos si nuestra vida hubiera tomado otro rumbo, tanto para lo bueno como para lo malo. En este viaje cada personaje debe realizar su propio descubrimiento personal, desvelar secretos, asumir responsabilidades, descubrir su papel dentro del núcleo familiar y de la sociedad, y tomar decisiones.
La propuesta comienza de forma algo fría y lenta, los personajes se mueven constantemente, mientras como espectadores, intentamos comprender su problemática y la naturaleza de unos conflictos que inicialmente se muestran algo confusos, al mismo tiempo que quedamos atrapados por la singularidad del espacio escénico creado por Alessio Meloni, un pequeño espacio de naturaleza, que pasa del día a la noche, creando ambientes únicos gracias al diseño de luces de Luis Perdiguero y la música de Luis Miguel Cobo.
Pero, una vez superada esta primera parte y gracias al aumento de ritmo y a la forma en que las diferentes piezas se van uniendo, empezamos a degustar una deliciosa tarta cuyas capas de soledad, miedo, secretos, silencios, esperanzas, melancolía, resistencia, ironía y humor se van sucediendo en originales (incluso surrealistas) escenas que bajo la certera dirección de Víctor Sánchez Rodríguez y Antonio Escámez como ayudante de dirección, se van sincronizando para dar paso a estos variados personajes. de compleja construcción, que se concentran en un núcleo familiar marcadamente femenino (por la ausencia, el abandono del referente familiar masculino al que nunca vemos, pero que está presente en todo momento dentro de la propuesta) y que se completa con la presencia de un personaje masculino (el novio de la hija) antagonista al personaje del padre ausente.
César Camino, Esther Isla, Vicky Luengo y Cristina Marcos dan vida a los protagonistas de esta propuesta. Un trabajo que muestra un equipo compacto que sabe sacar partido a las muchas peculiaridades de cada personaje. Unos personajes ricos en registros y tonalidades y que conforman la familia Clarkson, comenzando por Paloma (Cristina Marcos), madre en un barrio obrero con dos hijas, Linda y Rose, ambas nacidas de su relación con un americano, y que ha reconstruido su vida de la mejor manera que ha podido, sustentándola en un campo abonado de mentiras piadosas de esas que ayudan superar el presente, olvidar y minimizar el dolor. Su hija Linda (Esther Isla) necesita comprender su propia historia, buscando desesperadamente un punto de referencia, algo a lo que agarrarse y poder superar su incapacidad para amar y adaptarse. Levi (César Camino) es el novio de Linda, al conocerla sufre un cambio en sus valores y en su forma de ver la vida. Y por último, Robin Rose (Vicky Luengo), que intenta reivindicar su género neutro, mientras busca una identidad personal y sexual, viviendo el abandono paterno de una forma no tan dramática como su hermana, al suceder cuando ella era todavía muy pequeña.
Como se puede ver, todos los personajes poseen grandes peculiaridades que podrían llegar a generar situaciones límite e incluso ridículas, pero estas peculiaridades se aprovechan de forma inteligente y original, creando momentos cómicos y otros con una buena carga emocional que nacen de la cotidianidad y la normalidad de las emociones y sentimientos de unos personajes que, en realidad, buscan su identidad, su lugar y un espacio en sus vidas para la esperanza, mientras como parte del proceso, el dolor, que no conoce fronteras ni situaciones especiales, se agarra a sus corazones, más o menos sensibles, dejándonos algunos momentos teatralmente intensos.
En definitiva, las situaciones y decisiones que tomamos en nuestras vidas nos marcan y tienen consecuencias para aquellos que nos rodean, crean dolor, inseguridad e indiferencia, a pesar de que nuestra intención sea precisamente minimizar el dolor, como dice el refrán, ‘el camino hacia el infierno esta pavimentado de buenas intenciones’ y esto queda claro en esta propuesta, que como he comentado, a pesar de su lento comienzo y cierta desconexión del texto, dispone de varios puntos a destacar como el proceso narrativo, la evolución de la línea argumental y del texto, la completa construcción de los personajes, la buena dirección y las acertadas interpretaciones, además la construcción del espacio escénico, y todo en la historia de una ausencia, una ausencia interna y externa, pero también una ausencia en nuestro propio ser, de referentes, de inseguridades, de dolor, de sobreprotección, de reconstrucción personal, que es capaz de engancharnos, por la capacidad de la propuesta de presentarnos personajes heridos, pero no vencidos, capaces de buscar una salida, una redención o una respuesta, sea cual sea, y reunir fuerzas para volver a levantarse...
ficha:
Texto: Lucía Carballal
Dirección: Víctor Sánchez Rodríguez
Elenco: César Camino,
Esther Isla,
Vicky Luengo y
Cristina Marcos
Diseño de Iluminación: Luis Perdiguero
Escenografía: Alessio Meloni
Vestuario: Guadalupe Valero
Música: Luis Miguel Cobo
Diseño gráfico y Fotografía: Javier Naval
Vídeo: Rubén Hernández
Ayudante de Dirección: Antonio Escámez
Ayudante de Producción: Sara Brogueras
Producción Ejecutiva: Jair Souza-Ferreira / Elisa Fernández
Dirección de Producción: Miguel Cuerdo