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información:
En el epitafio de la tumba de María Zambrano se pueden leer las siguientes palabras: Levántate, amiga mía, y ven. Un Niño Hambriento, en esta noche de verano, se refugia en el cementerio y las pronuncia invocando a Zambrano, quien, con ayuda de María Niña, le dará de comer. Pero fuera hay muchas personas pasando hambre. Entonces María Zambrano intentará desesperadamente encontrar la última palabra, aquella que seguía buscando en 1988 cuando se convirtió en la primera mujer en recibir el Premio Cervantes: la palabra perdida, la palabra única, secreto del amor divino-humano. Una palabra que nos alimente ante la incertidumbre social y política en que vivimos: paz.
LA TUMBA DE MARÍA ZAMBRANO -pieza poética en un sueño- es una obra escrita por Nieves Rodríguez Rodríguez (‘Por toda la hermosura‘) y dirigida por Jana Pacheco (‘Camille‘), fundadora de Volver Producciones junto con Isabel Dimas y Gastón Horischnik. Óscar Allo, Isabel Dimas, Aurora Herrero, Daniel Méndez e Irene Serrano forman el reparto.
(EN ROSA INFORMACIÓN FACILITADA POR LA COMPAÑÍA / TEATRO).
comentario:
LA TUMBA DE MARÍA ZAMBRANO es, como el mismo título de la obra indica, una pieza poética en un sueño, y efectivamente, estamos ante una propuesta que no trata sobre la vida de María Zambrano (aunque aporte datos de referencia), ni es un acercamiento a su obra, sino que nos encontramos ante una ficción poética de los posibles sueños de María Zambrano desde la particular visión de Nieves Rodríguez Rodríguez, dramaturga de la obra. Una visión metafórica y onírica que construye una ficción a modo de evocación de un pasado que se reconstruye y se resiste a desaparecer sin antes sanar sus heridas.
Nieves Rodríguez Rodríguez utiliza el expresionismo como fuente de su obra y lo viste de situaciones y personajes de diferentes tiempos y espacios, diferentes dimensiones que cohabitan con un fin común, y que coexisten en escena, guiados por la dirección de Jana Pacheco. Estamos ante una propuesta que se aleja de la narrativa y estructura teatral clásica y de la sucesión cronológica lineal, para plantear una pieza donde emociones, heridas, recuerdos y sensibilidad buscan su espacio donde encontrar una palabra, la palabra redentora que permita descansar cuerpo y espíritu.
Nos encontramos en un lugar aparentemente frio, sombrío y oscuro, un cementerio, pero en realidad es un espacio simbólico y atemporal, donde seres enfermos, atormentados, hambrientos, etc., encuentran una conexión, un lugar donde un joven hambriento busca comida y refugio, y sin pretenderlo, convoca al fantasma de María Zambrano al leer los versos que aparecen en su lapida ‘levántate, amiga mía, y ven’, y al hacerlo despierta también a otros fantasmas y sus recuerdos, que se mezclan e interaccionan, creando escenas 'soñadas' que reviven momentos de la infancia la María Zambrano, la relación con su padre y su hermana, su sufrimiento durante la guerra, el miedo, la angustia ante la distancia, la precariedad existente en el país, etc. Y todo ello, sin profundizar excesivamente en la personalidad real de María Zambrano ni en la situación política y social de la época (aunque está presente) y dando especial relevancia a la poética y a la alta carga metafórica de las escenas que se sirven de limones, cucharas, música, mapas, dibujos, tumbas, hambre, gatos, sonidos y una caja de música.
Movimiento y palabra, pocas palabras pero cargadas de sentimiento, palabras ligeras de padre e hija, de conversaciones breves entre hermanas, momentos efímeros llenos de fuerza que se ven constantemente interrumpidos por bailes de movimientos rítmicos, de personajes que habitan en el interior de un lugar oscuro, de pasos firmes y violentos de aquel que representa la guerra y la tortura, de cucharas que arrancan el hambre de las entrañas, etc.
Y todo ello, se van desarrollando en escena por un elenco comprometido, que se mueve manteniendo una coreografía perfectamente medida para que todas las piezas cuadren a la perfección. Este elenco formado por Óscar Allo, Isabel Dimas, Aurora Herrero, Daniel Méndez e Irene Serrano, conforman un grupo compacto donde cada personaje tiene una marcada identidad. Aurora Herrero da vida a una María Zambrano delicada y segura, pero a la vez muy tierna y humana; Irene Serrano da vida a María de niña, curiosa, ingenua, enfermiza y algo traviesa, nos convence de que dentro de ella habita esta pequeña tan cercana a la figura de su padre. Un padre interpretado por Daniel Méndez (también da vida al soldado nazi enmascarado), que da vida a un hombre triste, amoroso y preocupado por sus hijas; Óscar Allo, es el niño que despierta a María de su sueño eterno, realiza un trabajo digno, pero que queda en un segundo término ante la fuerza de los personajes femeninos; para terminar Isabel Dimas da vida a Araceli, la hermana de María, un papel pequeño con un pequeño texto, pero con una enorme fuerza, una mujer herida y golpeada por el dolor, que viste con un largo vestido negro formado con las prendas de ropa de gentes que sufrieron la tortura, hasta que puede dejar de arrastrar ese peso. Isabel Dimas durante gran parte de la propuesta realiza un baile, como una marioneta o una muñequita, su cuerpo se articula y se mueve al son que otros le obligan a danzar. La expresividad de su rostro es trágica y conmovedora, por momentos casi aterradora, pero cuando por fin habla, su pequeño alegato nos termina de demostrar la fuerza y carisma de esta actriz. El vestuario está creado por Eleni Chaidemenaki (Eleninja) con la coreografía y movimiento escénico de Xus de la Cruz.
Alessio Meloni responsable de la escenografía, trabaja mucho y no es de extrañar, su visión y concepción del espacio, la construcción del mismo y los elementos con los que viste este espacio no dejan de sorprendernos, y en este caso, junto a Elisa Cano, construyen un espacio sencillo y versátil, sustentado en la idea general de la propuesta que combina lo poético, lo metafórico y lo simbólico. Dando especial importancia a la estética, construye un cementerio con tumbas que se transforman en mesas de estudio, casas, limoneros, etc., jugando así con la unión de la efectividad, el impacto visual y la funcionalidad de los elementos, además la escenografía se ayuda con la proyección de imágenes de las que resaltan las siluetas de los gatos, esos gatos tan representativos de la figura de María Zambrano, sombras gatunas capaces de interactuar con los protagonistas, en este mundo soñado donde todo es posible. Otro punto a destacar en este espacio escénico es la iluminación de Rubén Camacho, la música y diseño de sonido de Gastón Horischnik y la vídeo-creación de Ibercover & Volver Producciones.
El trabajo de Jana Pacheco en la dirección es complejo, pero consigue crear una pieza que da un soporte muy adecuado a la dramaturgia de Nieves Rodríguez Rodríguez, basándose en la mezcla palabra, poesía, coreografías, estética y simbolismo. Es cierto que existen elementos de gran belleza y otros más cuestionables en esta propuesta, al fin y al cabo, estamos ante una visión poética muy particular y personal de la dramaturga. Está claro que esta es una propuesta poco convencional, que exigen al espectador el compromiso de estar dispuesto a salirse de lo habitual, de los códigos ya conocidos, para dejarse envolver por una poética y una estética que resaltan la expresión de las emociones anteponiendo el lenguaje metáforico en un texto que dice poco, pero que expresa mucho y que anima a bucear más allá de lo obvio y lo imaginado.
ficha:
Texto: Nieves Rodríguez Rodríguez
Dirección: Jana Pacheco
Escenografía: Alessio Meloni y Elisa Cano
Iluminación: Rubén Camacho
Vestuario: Eleni Chaidemenaki (Eleninja)
Música y diseño de sonido: Gastón Horischnik
Vídeo-creación: Ibercover & Volver Producciones
Coreografía y movimiento escénico: Xus de la Cruz
Reparto: Óscar Allo, Isabel Dimas, Aurora Herrero, Daniel Méndez e Irene Serrano
Coproducción: Centro Dramático Nacional, Volver Producciones y Arteatro