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información:
Karoo Teatro presenta LA MANADA, una obra escrita y dirigida por el dramaturgo Daniel Dimeco, galardonada con el Premio Max Aub de Teatro en Castellano Ciutat de València 2016 y editada por Ñaque. El proyecto, después de un extenso trabajo de laboratorio teatral a cargo del autor-director y los actores Raquel Domenech, Roksana Nievadis y Rodolfo Sacristán, se estrena en La Puerta Estrecha de Madrid.
LA MANADA es un viaje a la carnalidad más primitiva y a uno de los mayores tabúes. Todo grupo de seres humanos es, al fin y al cabo, un “conjunto de individuos” donde se establece una competencia por ejercer el dominio o el poder sobre los demás de acuerdo a su propia estructura. En este caso, los componentes de ese grupo compartieron parte de sus pasados en una granja del sudafricano desierto del Karoo. Tres vidas jóvenes, contenidas en ese páramo, llenas de deseos y de rencores de antaño.
Una manada, que constituye una especie en sí misma, sobreviviendo en un medio hostil, luchando con lo único que tiene: mentiras y medias verdades, destinadas a vencer a los otros y a sostenerse en pie. Una manada de la generación blanca post-Apartheid, que lame sus propias heridas, y trae hasta el presente los vicios de aquel régimen racista y su lógica de violencia y dominación. La inesperada visita de la hermana menor a la granja familiar pondrá en jaque los cimientos de unas relaciones afectivas altamente tóxicas, que fueron alimentadas a base de disciplina, rezo calvinista y ausencia de afecto.
Los integrantes de esta manada deambulan sedientos, salivantes, persiguiendo aplacar el deseo de la carne. Mientras tanto, la sequía azota al ganado, que se dispersa buscando pastos tiernos hasta internarse enloquecido en el río Sondags. Toda una atmósfera desértica que afectará también a las cabezas de los protagonistas y los convertirá en una mezcla de genitalidad y rencor.
(EN ROSA INFORMACIÓN FACILITADA POR LA COMPAÑÍA / TEATRO).
comentario:
Daniel Dimeco, escritor, dramaturgo y director, nos presenta un drama familiar donde se analizan algunos mecanismos de defensa, dependencia y control dentro de un núcleo familiar disfuncional, así como las relaciones tóxicas entre sus miembros.
Está claro que el tema de la familia da mucho juego, la familia a diferencia de los amigos no se escoge, simplemente formas parte de ella o no, y es sin duda, una de las estructuras sociales que más seguridad puede aportar, pero también que más puede hacer sufrir y marcar psicológicamente a sus miembros, y a veces ambas cosas.
Daniel Dimeco propone a los espectadores ser objetos 'decorativos' presentes en una escena realista e inicialmente cotidiana. En la cocina de una granja (el propio espacio de la cocina de la Sala La Puerta Estrecha), una joven enciende la radio, se oye un discurso con el tono fuerte y contundente del aleccionamiento, mientras escucha con atención, lava verduras, las corta y prepara la comida con los ingredientes que tiene a mano. Y ahí estamos nosotros, los espectadores, sentados alrededor de esta cocina, dentro de una casa ajena observando todos sus secretos, a modo de cuadros, sillas o alacenas que tienen permiso para estar ahí como testigos mudos, pero que no podrán desvelar los oscuros secretos de esta familia. Este espacio cotidiano contiene formas, sonidos, olores y sensaciones conocidas, los utensilios de cocina, el sonido de la radio, el canto de las cigarras en el campo, el olor del café recién hecho y las verduras al fuego, sin embargo, se intuye la opresión, el encierro, el dolor y los secretos.
Daniel Dimeco como dramaturgo y director prepara la atmosfera adecuada y la mantiene, crea esa sensación tensa del tira y afloja que precede a la explosión, donde el drama se respira en el ambiente. Hace frio, pero nuestros protagonistas están en una granja de Sudáfrica, y el elenco transmite eficazmente ese agobio que produce el calor intenso de las altas temperaturas, la sequia y la muerte del ganado. De esta forma, todo comienza, sangre, tres herman@s y un ansia voraz por escapar de un lugar en el que están atrapados, su particular infierno, que es paradójicamente, el lugar más seguro que existe para ell@s.
Así, entramos en un conflicto denso, por momentos inquietante y perverso, con un trasfondo de violencia tanto física como emocional, que pone sobre la mesa la necesidad de los protagonistas de ser amados, de no ser constantemente cuestionados y juzgados, de luchar contra los instintos, etc. Pero, la principal característica de este texto es el juego que propone el autor, hacernos pasar por un proceso que rompe lo convencional, introduciendo con naturalidad la transgresión de las normas implícitas éticas y/o morales existentes dentro del grupo familiar, aportando además, una buena carga de sensualidad en la exposición de estas conductas tóxicas que no serían (ni son), toleradas fuera de este núcleo familiar opresivo y dependiente.
En un principio, cuesta un poco entrar en el código de la propuesta, aunque a medida que se desarrolla la misma y entramos en su ritmo pausado y denso, y en la sutil violencia del ambiente, vamos formando parte de esta granja en medio de la nada, donde Raquel Domenech, Roksana Nievadis y Rodolfo Sacristán, son capaces de captar inmediatamente la atención del espectador dando vida a tres personajes complejos, que pasan de ser seres amables, amorosos y naturales a depravados depredadores cuya subsistencia solo es posible perteneciendo a la manada. Un trabajo claramente complejo con el que demuestran sus buenas dotes interpretativas.
Una propuesta interesante, original, de concepción realista. Una nueva bajada a los infiernos personales que sacude los cimientos de la idealizada estructura familiar.
ficha:
Dramaturgia y dirección DANIEL DIMECO
Reparto
RAQUEL DOMENECH (Vera),
ROKSANA NIEVADIS (Helen),
RODOLFO SACRISTÁN (Andries)
Comunicación y RRSS
CARMEN GARRIDO
Espacio escénico
KAROO TEATRO
Vestuario
KAROO TEATRO
Fotografía
CARMEN GARRIDO
Diseño gráfico
OLIVER SCHOEPE
Vídeos
TOM SKIPP
Producción
KAROO TEATRO