Estrenada en el Teatro Guindalera en diciembre de 2007 con magníficas críticas, en abril de 2008 María Pastor fue nominada a los II Premios Valle Inclán de Teatro por su papel de Anna. En 2009 Guindalera organizó un ciclo dedicado al autor Brian Friel, programando junto a El Juego de Yalta, Molly Sweeney y Bailando en Lughnasa. Los tres montajes, junto con El fantástico Francis Hardy, curandero (estrenado en 2013), todos del autor irlandés, recientemente fallecido, son imprescindibles en el repertorio de Guindalera y han proporcionado tanto a la compañía como a los espectadores, momentos memorables. La reposición de El juego de Yalta es nuestro homenaje a Brian Friel.

El juego de Yalta está basado en “La señora del perrito”, uno de los últimos cuentos de A. Chejov, escrito cuando su salud era muy mala y sabía que sus días estaban contados. También es un texto de Brian Friel, que escribió habiendo cumplido ya los setenta años, por lo que es un trabajo de dos artistas maduros cuya fragilidad humana es innegable. Quizá por eso los personajes de esta obra transmiten esa sensación, personajes frágiles y fugaces que buscan dejar en el otro una huella perenne.

Un hombre y una mujer solitarios, al final del verano, en la costa de Yalta, disfrutan de un emocionante flirteo que con el tiempo se convertirá en amor apasionado, y lo hacen dirigiendo al público sus más íntimas percepciones sobre lo que les sucede, mientras le convierten en cómplice de sus juegos. Las atmósferas en la obra son más reales que los incidentes y sus personajes comparten con el público un sentimiento creciente de incertidumbre sobre lo que es real o irreal, sobre lo que experimentaron o simplemente desearon intensamente.

La obra explora aspectos del amor que penetran en el corazón y tocan el alma por el camino de la imaginación, un amor que se enfrenta a las convenciones, a la rutina, a lo vulgar y mundano.

Comentario:

No es la primera vez que esta obra se representa en el Teatro Guindalera, en 2007 paso por este escenario con bastante existo de público y crítica. Una obra marcada por el estilo y la manera de entender el teatro de Juan Pastor.

Impregnada del aire romántico, poético y sincero que Guindalera asocia a sus montajes, EL JUEGO DE YALTA nos vuelve a descubrir los aspectos más románticos y sutiles de la naturaleza humana. A través de un juego, el amor se abre camino en el corazón de dos personas aparentemente muy diferentes que se enfrentan a una sociedad marcada por las apariencias y las normas sociales.

Con una escenografía sobre tonos blancos, correcta, sobria y elegante se recrean todos los escenarios de la obra que se completa con un vestuario elegante y muy cuidado que se adapta a la perfección con la temática de la obra.

La obra comienza con la melódica voz de Noemí Irisarri acompañada al piano por Marisa Moro interpretando diferentes temas que se van sucediendo a lo largo de la obra.  La historia, el encuentro entre dos personas que, en un juego vivencial se van enamorado, hasta que algo inocente se transforma en un amor intenso y profundo que se mueve entre lo real y lo soñado y que tiene un comienzo y un final tan intensamente emocional  como inesperado.

María Pastor y José Maya dan vida a los dos protagonistas de esta obra, dos personas que se encuentran casualmente y que llegan a procesarse un inmenso amor. José Maya es Gúrov, un maduro empleado de banca que veranea habitualmente en Yalta (ciudad de la República de Crimea, al suroeste de Rusia, a orillas de la costa septentrional del mar Negro), sin la presencia de su familia, lo que le permite algunos devaneos y juegos de seducción. María Pastor interpreta a la joven Anna, casada con un hombre mucho mayor que ella, que le otorga el cuidado y la seguridad de una figura paterna. Ambos realizan un buen trabajo interpretativo, pero ya conocemos la sutileza de la interpretación de María Pastor, el dominio de los gestos, los movimientos y la elegancia que otorga a los personajes y en esta ocasión, sigue fiel a su forma de interpretar y no defrauda.

Todo ello bajo la dirección de Juan Pastor, que como es habitual, demuestra tener un gran dominio y control del texto de la obra, de los actores que dirige y del espacio escénico. Por ello Juan Pastor ganó el premio de la ADE (Asociación de directores de Escena) a la mejor dirección en el año 2011 con esta misma obra.

Existen otros personajes y elementos que no están físicamente pero que tienen gran importancia en la obra, uno de ellos es el marido de Anna (María Pastor) cuya presencia tiene mucha fuerza, también el perro de Anna que sin estar presente físicamente en escena, es tocado, achuchado y paseado durante toda la obra de una forma muy efectiva. Resaltaría igualmente la escena de las cataratas y como ambos intérpretes son capaces de hacernos sentir como el agua cae sobre sus rostros y sus ropas, una escena que no tiene desperdicio.

Una obra con gran encanto, sutil, sin estridencias, con el ritmo pausado que requiere una historia de se cocina a fuego lento, un amor que se va gestando con el encuentro diario y el juego de la vida.

FICHA:

EL AUTOR: Brian Friel, autor irlandés nacido en 1.929, y fallecido en octubre del 2015, es uno de los dramaturgos contemporáneos más importantes de la escena mundial. Preocupado por la innovación del teatro de texto, explora constantemente sobre el fondo y la forma, pero evitando caer en los tópicos de lo “experimental”. Sin abandonar nunca el rol central de contador de historias, los recursos estilísticos de sus obras le han llevado en ocasiones a encontrar nuevas formas de expresión del personaje, que a menudo demanda una vida fuera del escenario. Su método puede cambiar en cada obra, pero el punto de partida siempre está enraizado en una realidad naturalista. Sus obras están sólidamente basadas en la evidencia del texto y en el poder de las imágenes.

Autor de un sinfín de éxitos en todo el mundo, como Philadelphia, here I come, Lovers, Living Quarters, Translations, etc., además de las tres obras estrenadas en Guindalera: El Juego de Yalta, Molly Sweeney, Bailando en Lughnasa y El fantástico Francis Hardy, curandero.