valoración: 4

Road movie a la española

“Las Olas” es una historia de búsqueda y soledad donde Miguel, tras la muerte de su mujer, decide poner en marcha los preparativos de un viaje largo tiempo esperado. La última parada es Argelés-sur-Mer, final de miles de refugiados hace no demasiado tiempo.

Ésta es la primera película de ficción de Alberto Morais que anteriormente dirigió el documental “Un lugar en el cine” con la presencia inédita de Víctor Erice, Theo Angelopoulos y Ninetto Davoli, y que fue estrenado en 2008.

El cine español (y muy a menudo también la literatura española) tiene una insana tendencia a sumergirse y regodearse en su propio dolor, a echar sal en las heridas y retorcerse de forma masoquista en los episodios más trágicos y oscuros de nuestra historia pasada. Las Olas es un perfecto ejemplo de ello.

El protagonista es un superviviente de los campos de concentración franceses que ha pasado toda su vida ensimismado, dándole igual todo. Se ha casado, ha tenido un hijo, etc, pero nada le consuela. Su vida ha sido marcada de tal forma por la terrible experiencia que es incapaz de disfrutar de nada. Así, cuando se queda viudo, inicia un viaje a los escenarios de su pasado, tratando de rescatar algo que el tiempo se llevó para no volver jamás. Por el camino se cruza con otros personajes, algunos con tanta indiferencia hacia él como la que él mismo tiene hacia todo, y otros que, por el contrario, le ayudan en lo que pueden para realizar su dolorosa peregrinación.

Se trata de una película lineal, llena de escenas innecesarias para hilvanar la historia, pero que hace un gran esfuerzo por reflejar otra época. Una road movie a la española, sin tiros ni persecuciones, sin una pizca de humor, sin escenas de acción ni diálogos chispeantes. De hecho ese es probablemente uno de los puntos más flojos del largometraje: sus escuetos y manidos diálogos, tan inexpresivos como los propios actores. Se supone que están viviendo (o reviviendo) un drama pero nada de eso se refleja en sus rostros ni en sus ademanes, y mucho menos en sus escasas frases. El espectador no deja de revolverse en su asiento preguntándose por qué actúan como zombis todo el tiempo.

Otro punto débil del film es la simplecidad de los planos. Los enfoques siempre están perfectamente encuadrados y la cámara no juega en ningún momento ni se mueve ni enfoca desde algún punto de vista diferente o mínimamente original. Quizá es algo que pone muy en evidencia el hecho de que se trata de la primera película de ficción del director, ya que hasta la fecha solamente había rodado documentales, de ahí esa aburrida ejecución de la fotografía, una frialdad que se hace extensible a toda la cinta.

En definitiva, un trabajo sólo apto para aquellos amantes del cine español más triste y decadente, que repite los mismos tópicos desgastados y trillados hasta la saciedad sin aportar nada nuevo. Parece que en este país estamos condenados a que muchos de nuestros cineastas nos estén machacando una y otra vez con lo mismo. Supongo que es una vía fácil para ellos, así no tienen que devanarse los sesos tratando de inventar nada nuevo sino que refríen una y otra vez los consabidos temas de siempre con más pretensiones que talento.