valoración: 5.5

Cuando Rachel conoce a Vincent en el trabajo, decide organizar una cena con sus respectivos cónyuges: Frank y Tery. Las parejas de treintañeros tardan tan poco en hacerse amigos como en enamorarse. Pero,con el paso del tiempo, la confusión va tomando forma en sus conciencias. Los sentimientos se mezclan y poco a poco se van haciendo más oscuros y crueles.

Una propuesta que nos muestra como dos parejas estables que se intercambian explotando las consecuencias del amor libre, en un comienzo de experimentación y un final de dependencia, que sin realizar demasiado esfuerzo se puede predecir que terminará mal.

Si Antony Cordier ha pretendido escandalizar o algún tipo de fuerte reacción, creo que no lo ha conseguido, al menos, con el público español, y no es cuestión de moralidad si no de credibilidad, ya que aunque el comienzo es creíble y bastante previsible, a medida que la avanza la película se entra en un proceso de relaciones que no solo no escandaliza si no que aburre, pierde fuerza al mismo tiempo que el espectador pierde interés. Otro factor que hace que el argumento pierda credibilidad son los niños, la relación que los hijos de los protagonistas ejercen sobre la acción es tan superficial como poco creíble.

Los actores están correctos, sin embargo, personalmente, el ver las mismas parejas de actores, en otras películas con una diferencia de tiempo tan corta (vimos a esta combinación de actores recientemente en Polisse) me descoloca un poco y hace que no entre con demasiada facilidad en la trama.

En definitiva, visualmente funciona bien, la fotografía y la estética son efectivas, pero el tratamiento de la historia no acaba de convencerme.