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teatro
LA FIESTA.
De Spiro Scimone.

A partir del texto del dramaturgo italiano Spiro Scimone, Álvaro Vicente ha diseñado La fiesta, una obra que reflexiona sobre la soledad compartida, el papel de la familia y la incomunicación moderna.

Una tragicomedia que se incorpora a la cartelera del Teatro Español tras su exitoso paso por el festival Frinje 2015.

Amanece un día más. Un día igual al resto de los días de los últimos veinte años. Un matrimonio encerrado en la pequeña cocina de una casa. Un proyecto inmóvil. Veinte años de desencuentros, de incomunicación, de soledad en compañía. Hablan mucho pero aún no han conseguido decirse nada.
 
Quizá exista la posibilidad de que el día de hoy sea diferente a los demás. El calendario que cuelga de la pared anuncia veladamente que hoy es su veinte aniversario. ¿Recordarán cómo se querían cuando empezó todo? ¿Les queda alguna esperanza de volver a encontrarse ¿Podrán celebrar su Fiesta?

Comentario:

Al cumplir veinte años de matrimonio lo apropiado es una fiesta, nadie lo duda, pero en esta familia la celebración solo nos descubrirá que es un día más de tantos, un día de manipulación emocional, incomunicación y desencuentros, simplemente un día más en una familia tóxica, que va pasando su triste dinámica de generación en generación, en forma de herencia destructiva.

Esta familia está formada por tres miembros, padre, madre e hijo, todos forman un triángulo de necesidad y manipulación emocional, se odian, se quieren y se necesitan con la misma intensidad, se cortan las alas los unos a los otros, pero necesitan estar unidos por esos hilos invisibles de las familias. Un padre y un hijo a imagen y semejanza, mandones y extorsionadores, y una esposa y madre castrante, que manipula emocionalmente tanto con la pena, como el reproche y la culpa, con esa sutileza de la mirada inquisidora, y la gracia con la que se socaba la autoestima cuando se sabe hacer bien… Las relaciones, como es de esperar, se mantienen tirantes, hasta el mismo punto en que parece que se van a romper, pero nunca llegan a romperse, ya que el puñetazo en la mesa o el grito, ponen fin a una acción / reacción que podría en caso contrario, tener consecuencias irremediables.

Con todo ello se evidencia que, lo importante en esta obra no es solo lo que vemos, también lo que no vemos, lo que no se dice, los reproches, los sonidos, las miradas y los sueños, lo que pudo ser y no fue, y los recuerdos que parecen tan lejanos que da la sensación de que nunca existieron, como los momentos del comienzo de la relación, cuando las cosas eran diferentes y no había que vivir cada día atrapados en una existencia sin salida, que se repite una y otra vez, condenados a una rutina interminable, y a sobrevivir o malvivir pero nunca a vivir plenamente.

La escenografía de Jorge Muñoz, nos sitúa en una pequeña habitación, la cocina de la casa familiar, un pequeño cuadrado con lo básico, una mesa, dos sillas, un pequeño mueble a modo de despensa, una cocina de cocinar y poco más, este espacio esta perfectamente delimitado y a su alrededor nos imaginamos el resto de las estancias de la casa, así como espacios que viajan en el tiempo y en el espacio. Grandes bombillas cuelgan del techo y un retrato familiar, son testigos callados de unos tiempos pasados llenos de esperanza. Todo ello conforma este sencillo espacio escénico que sin embargo, desprende una gran fuerza visual. A la que se suma una acertada selección musical que nos transporta desde el ambiente más circense a la evocación amorosa más tierna y dolorosa.

Cada personaje de esta obra vence la insatisfacción como puede y de la única manera que sabe, con el alcohol, el juego, etc., al tiempo, se generan en el espectador preguntas de todo tipo, que no se responden, al menos directamente, cada uno responderá a las suyas. ¿Por qué continúan juntos?, ¿Qué ha llevado a esta situación? Es posible que el miedo a estar solo, a partir de cero, a no encontrar a nadie que se quede a tu lado cuando conozca todas tus miserias más íntimas, a la soledad, a no saber amar lo suficiente, a no ser amados, a tener que hacer algo, a dar un paso adelante, a tomar decisiones, a la equivocación, etc., cada uno que escoja sus razones, las de esta familia solo las saben ellos, pero no siempre fue así, hubo un tiempo en el que había esperanza, donde soñaban con una vida mejor, donde pensaban que serían parte de los ‘ganadores’, pero en lugar de reivindicar el derecho a equivocarse, a la torpeza, a caerse y volverse a levantar, prefirieron vivir una vida atrapados en sus propios miedos, y en el tira y afloja de una manipulación en familia. Y es que muchas veces los afectos están llenos de crueldad.

El texto de Spiro Scimone ha sido versionado por Álvaro Vicente que ha sabido mantener integro el mensaje de incomunicación y dependencia emocional en las relaciones que el autor impuso a su obra, así como el sentido del humor sórdido y punzante de la misma, consiguiendo que contenga una enorme fuerza dramática. Jorge Muñoz dirige esta obra con mano firme, una obra que se sustenta en la palabra y en el trabajo actoral, y que tiene la dificultad de hacer al espectador participe de una gran cantidad de emociones, consiguiendo que no se odie a ningún personaje, ya que existe para todos nosotros algún punto de comprensión, aunque sea distinto para cada persona.

El trabajo actoral es espléndido, la madre, maestra en manipulación que pasa de ser sometida a manipular es Marta Betriu, el padre y el hijo es Juan Jorge Basanta o Carles Moreu, (según el día, en mi caso ambos personajes estaban interpretados Juan Jorge Basanta). Padre e hijo son interpretados por el mismo actor en una solución escénica y estética original y muy efectiva. Todos los personajes se transforman ante nuestros ojos, en un momento son maltratadores y al siguiente son maltratados en una noria emocional y en un juego de manipulación brutal. Una labor que requiere un intenso trabajo físico y emocional por parte de los actores, del que salen todos airosos.

Finalmente llegamos a la fiesta, lo más parecido a una fiesta ‘de mierda’ que nos podemos imaginar, con su tarta de rencor, control, dependencia, constante decepción y sometimiento. No nos sorprende, desde el principio se veía venir, la fiesta es como el detonante final de una trayectoria marcada a fuego, sudor y lágrimas, con un final abrupto que deja en el espectador la puerta abierta a encontrar, tanto los puntos de conexión, como las formas para no conectar con algo así nunca.

La obra es dura y compleja, con la duración justa (65 minutos aprox.) para que el espectador pueda digerir sin sentirse incómodo. Eso sí, ofrece mucho, un buen texto, excelentes interpretaciones y un mapa detallado sobre la naturaleza humana en las familias tóxicas. Toda una experiencia.

FICHA:

Dirección Jorge Muñoz
Compañía La Lechería

Reparto:
La madre Marta Betriu
El padre / Juan Jorge Basanta / Carles Moreu

Ficha artística:
Versión Álvaro Vicente
Vestuario Ana Rodrigo 
Escenografía Jorge Muñoz 
Iluminación Luz. E.T. 
Fotografía Jorge Muñoz 
Movimiento María Martínez

Una producción de La Lechería

 

POR:
ESTRELLA SAVIRÓN (alias A golpe de efecto).
Hago crítica teatral, pero sobre todo amo el teatro, e intento lograr la difusión de la cultura de una forma veraz e independiente. He colaborado en varios medios en España y fuera de nuestras fronteras y en programas de radio dedicados a las artes escénicas. En 2007 creé Agolpedeefecto.com, una revista digital que tenía como objetivo la difusión de la cultura, con amplitud de miras y aún sigo en el empeño.
FOTOS: No
FECHA: Abril 16

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LA FIESTA. De Spiro Scimone.

DONDE: Plató de Cineteca - Matadero Madrid
Plaza de Legazpi, 8, 28045 Madrid.

CUANDO: Desde el 30 de marzo 2016 al 24 de abril 2016.

 

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