Alberto Monrabal es el productor y director de un espectáculo donde más de una veintena de artistas sobre el escenario para convertirlo en un psiquiátrico donde nada es lo que parece. Teatro, burlesque, danza clásica, un torero, baile flamenco, una mujer que habla con Dios... ¿Quiénes son los locos en realidad? ¿Ellos o nosotros?.

Un hombre que lo tenía todo y lo perdió es ingresado en un psiquiátrico. ¿Qué hace allí? ¿Lo que pasa es realidad o simplemente una fantasía? Esta es la historia o un sueño o una locura de unas personas que quieran ser algo o quizá ya lo son. ¿Por qué uno de ellos no puede ser una bailarina, o un torero, o una gran vedette incluso el rey del rock... Teatro, burlesque, danza clásica, un torero, baile flamenco, una mujer que habla con Dios... ¿Quiénes son los locos en realidad? ¿Ellos o nosotros?

Comentario:

En la propaganda del espectáculo dice que si no estamos locos todo el mundo, y a bien seguro que saben lo que escriben puesto que en esta obra hay que estar loco para hacerla y, sobretodo, loco para irla a ver.

Locos son aquellos que la han creado, producido y dirigido. El guion no tiene por dónde cogerlo ya que los diálogos son de lo más manido, sin gracia y predecibles, que uno se pueda encontrar. Los personajes no están definidos claramente e incluso alguno, en medio de la función, cambia y eso no es achacable a la locura sino a un mal guion. La obra es completamente predecible e intenta, digo que intenta, ser graciosa y edificante. La gracia se convierte en patetismo y llega, según se pueda mirar, a ser un tanto de mal gusto tratando el tema de la locura.

Locos son aquellos que ejecutan, que no interpretan, la obra. Parece más una interpretación de una obra de final de curso a un espectáculo de teatro. Actores que se pisan entre si las réplicas, olvidos de textos del guion, no vocalizan por lo que no se les entiende nada, mala colocación en el escenario haciendo que sea casi inaudible lo que dicen y una batería más de defectos hace que la interpretación no supla en nada las carencias del texto. El estar loco no es sólo una sucesión de tics.

Locos también el cuerpo de baile ya que en la obra hay números musicales que no vienen al caso pero que hacen aún más grande el pastiche. Los bailarines, que parece que hayan sido sacados de una sala de baile de los 70, están a la altura de la pobre y descuidada coreografía. La única que se puede salvar sería la cantante que, aun siendo correcta, tiene que lidiar con temas de Cristina Aguilera, Julie Andrews entre otras por lo que quedaba muy, muy justa para poder recibir un aplauso. Por cierto, los temas están metidos con calzador y es el único momento de descanso en la obra, siempre y cuando no te fijaras en la coreografía y los bailarines.

Aunque no todo tiene que ser malo en la obra, la idea no estaba del todo mal, aunque fuera muy parecida a cierta película de terror.

Resumiendo, es una obra muy floja que para nada cumple con las expectativas que se tiene al ir al teatro. Un elenco de actores y bailarines nada brillantes que se ven mermados por un mal guion y concepción de la obra. Cierto es que un día flojo lo puede tener cualquiera, pero que toda la compañía lo tenga da mucho que pensar.