valoración: 6

Sinopsis: Aparentemente, Mac Radner (Seth Rogen) y su esposa Kelly (Rose Byrne) han hecho realidad el sueño americano: acaban de tener una niña adorable y se han comprado una preciosa casa en las afueras. La pareja de treintañeros está convencida de que ha adquirido el aplomo necesario para la vida de adultos, pero estos ex juerguistas van a enfrentarse a un reto inesperado. Cuando Mac y Kelly descubren que sus nuevos vecinos son los miembros de la fraternidad Delta Psi Beta, con el carismático presidente Teddy Sanders (Zac Efron) a la cabeza, intentan estar a la altura de la situación y parecer más colegas que adultos. Pero las juergas de los chicos adquieren proporciones épicas y a la pareja no le queda más remedio que poner un poco de orden. La guerra entre vecinos escala a la velocidad del rayo a medida que el matrimonio se las ingenia para que expulsen a los universitarios, y estos últimos, para hacer perder la poca cordura que les queda a los nuevos padres.

Comentario:

Cuando una ruidosa hermandad universitaria se muda a la casa de al lado y empieza a organizar escandalosas fiestas cada noche hasta altas horas de la madrugada ¿qué puedes hacer? Uno no quiere quedar como el vecino plasta que siempre viene a aguarles la diversión pero lógicamente todo tiene un límite. Y ahí es cuando empiezan a perderse las buenas maneras y la simpatía vecinal se convierte en una guerra sin cuartel.

Aunque el punto de partida no sea demasiado original, ni muchos de los chistes manidos que aparecen tampoco, la historia no está exenta de gracia. Una serie de despropósitos acaban llevando la situación demasiado lejos y luego ya nadie sabe cómo parar. No es que vayamos a aprender algo sobre convivencia viendo esta película pero sí que te hace pensar un poco en ello y en la impotencia que a veces sentimos al tener que vivir pared con pared con gente que nos puede llegar a hacer la vida imposible.

El otro tema subyacente en Malditos vecinos es el de la aceptación y adaptación que hemos de hacer a cierta edad. Está bien montar juergas fantásticas durante nuestra juventud pero llega un momento en que toca sentar la cabeza y asumir las responsabilidades que suponen los estudios, el trabajo o la familia. Una moralina que no impide disfrutar de esta inofensiva americanada.