valoración: no valorable

Nunca he estado en Poughkeepsie es un relato en tres actos sobre un acontecimiento pasado o futuro que afecta a la vida de Dick Tremaine. Ángel Sala, su director, se estrena en la dirección con esta película. Sala, autor de libros de cine como “Martin Scorsese: la perversión del clasicismo”, “Godzilla y compañia”, “Tiburón: necesitamos un barco más grande”, “Satoshi Kon: sueños e imágenes de un Japón probable”, y “El cine fantástico español”, entre otros muchos títulos y colaboraciones en obras corales. Como guionista ha escrito para el cine Rottweiler y Beneath Still Waters, ambas para la Fantastic Factory de Filmax.

Comentario:

Viendo esta película se nota que quienes la hicieron sin duda se lo pasaron bomba rodándola. En todo momento se desprende esa aureola de las cosas hechas con ilusión y ganas. Ellos se lo han pasado pipa pero se han olvidado de algo muy importante: el espectador también tiene que pasárselo bien. Y francamente han fallado estrepitosamente en este objetivo, suponiendo que alguna vez lo hayan tenido.

En realidad parece que el objetivo era el de hacer un perfecto ejemplo de cine alternativo. Tiene absolutamente todos los tópicos del género. Una ínfima calidad en la fotografía, toda la película está desencuadrada, desenfocada, mal iluminada, descolorida, con audio pésimo y un montaje atroz. Eso sí, todo ello cuidadosamente intencionado. Así si realmente se equivocan en algo tiene la gran ventaja de que no se nota nada. Nada en absoluto.

Mención aparte tiene el trabajo de los ¿actores? Sueltan sus frases sin ninguna convicción ni sentimiento, como un alumno que recita la tabla de multiplicar. Tampoco hay ninguna expresividad en los rostros ni en el lenguaje corporal. El tenue hilo argumental que se percibe de fondo en medio de la sucesión de imágenes y escenas sin sentido es el de un chico que ha sido abandonado por su novia y se empeña en seguir buscándola. Hay tomas rurales, callejeras y en oscuros interiores. Hay voces en off que recitan reflexiones filosófico-románticas, diálogos para besugos y repeticiones absurdas.

En resumen “Nunca he estado en Poughkeepsie” es todo aquello que nunca debería ser el cine. Se puede ser creativo sin tener que caer en el onanismo. Por mucho que se busque la originalidad no hay que olvidar que no tiene ningún mérito hacer algo que no le guste a nadie, ya que eso lo puede hacer cualquiera.