valoración: 5.5

Mickey Cohen (Sean Penn) es un mafioso que domina la ciudad de Los Ángeles con sus turbios negocios. Sin embargo, una pequeña unidad de la policía, liderada por el sargento John O’Mara (Josh Brolin) y Jerry Wooters (Ryan Gosling), le planta cara.

Esa era precisamente la intención de esta película. Rescatar de algún modo el espíritu de aquellas viejas cintas de gansters y policías. Un cine truculento, oscuro, con grandes dosis de suspense y no exento de cierto glamur. En buena medida se ha conseguido. Desde los trajes hasta los casinos, pasando por las metralletas, las prostitutas y los limpiabotas. Toda la estética de los años treinta servida en una copa que se saborea hasta la última gota.

Quizá el efecto hubiese sido aún mayor si se hubiesen atrevido a rodarla en blanco y negro, no obstante lo más logrado, una vez más, son las escenas de acción. Puñetazos y patadas al ritmo de la música hacen que las escenas más violentas no resulten tan dramáticas y también el tono general de la película es bastante irónico. Ninguno de los actores se cree nada de lo que está haciendo y los diálogos parecen escritos por un niño de once años pero… ¿qué más da? Hay persecuciones de coches, hay sangre, hay traiciones, hay venganzas, hay personajes retorcidos, hay chicos guapos… en realidad no hace falta nada más para disfrutar de hora y media de diversión desaforada y sin mucho sentido.

En cuanto al argumento pues, bueno, se trata una vez más de la típica historia del poli bueno que se enfrenta al mafioso que controla la ciudad y a todas las personalidades importantes que han sido compradas por él. Para ello cuenta con el apoyo de una pandilla de polis inadaptados y con el buen juicio de su propia esposa. Lo más destacado del reparto: un cuidadosamente demacrado Sean Penn y una deliciosa Emma Stone con unos ojazos que se salen de la pantalla.